El expresionismo abstracto, entre cuyos representantes podemos encontrar pintores como Mark Rothko, Karel Appel o Jackson Pollock, se caracteriza por la eliminación total de la figuración, sustituida por trazos y manchas que ocupan todo el lienzo. Es este rasgo el que lo hace idóneo para investigar los aspectos formales que transmiten intencionalidad, dado que los seres humanos tendemos por naturaleza a buscar y encontrar patrones en lo que vemos, a los que les atribuimos una agencia incluso aunque en realidad no la tenga.
En varios estudios, cientos de participantes han logrado identificar con éxito obras hechas por personas adultas, con independencia de su talento, frente a otras hechas por niños e incluso por animales; este hecho sugiere que esa cualidad indefinible que llamamos intencionalidad se hace presente y perceptible incluso cuando el artista y el espectador no son conscientes de la misma. Por ello, este estudio se propone cuantificar la intencionalidad de forma científica, analizando la distribución, cantidad y estructura de los elementos visuales de una composición. Una revisión de la literatura publicada hasta la fecha sugiere que la intencionalidad puede percibirse a través del equilibrio en la distribución de los elementos que componen la pintura, de su ubicación en el lienzo y de cómo se organizan en el centro de interés visual de la composición.
Juan Olvido Perea García, investigador beneficiario del programa Beatriz Galindo, señala que “el arte abstracto expresionista no deja indiferente; es innegable que es excelente como estímulo para este tipo de estudios”. Este investigador firma, junto a otros de las instituciones anteriormente citadas, un artículo en la revista Topics in Cognitive Sciences, que forma parte de una colección centrada en ahondar en los orígenes evolutivos de la capacidad de comunicarse en la especie humana.