Porque la crítica es legítima. Siempre lo ha sido. Pero la crítica, para ser útil, tiene que estar basada en hechos. Lo demás (la mentira, el bulo, la manipulación) no es política: es ruido. Y todos sabemos que las mentiras tienen las patas muy cortas.
El Cotillo es un pueblo marinero. Un lugar con historia, con alma, con una identidad que no es decorado ni eslogan: es la vida de su gente. Quien piense que este Ayuntamiento no respeta esa identidad, o no conoce El Cotillo… o está jugando a otro juego.
Es evidente que la isla vive una presión turística enorme. Y es evidente, también, que el modelo territorial y económico debe debatirse con seriedad. Pero ese debate no se construye a base de gritos ni de vídeos sensacionalistas. Aquí no se decide con titulares fáciles. Aquí se decide con planificación, con límites y con valentía política. De lo contrario, acabamos sustituyendo la verdad por el algoritmo de las redes sociales.
Y en ese debate, por cierto, convendría que todos fuéramos igual de honestos. Porque hablar del turismo y sus efectos exige coherencia: no se puede querer ser juez implacable del modelo mientras, en lo personal, uno mira para otro lado cuando el modelo también le beneficia. Lo digo con respeto, como reflexión general, porque el pueblo distingue muy bien entre la preocupación sincera y la indignación de escaparate.
En los últimos días se me ha acusado de ser “desarrollista” y hasta de actuar como “agente inmobiliario”. A veces me pregunto si quienes difunden eso lo hacen por desconocimiento o por mala fe. Por eso lo aclaro sin rodeos: hace cinco años que no soy propietario de ninguna inmobiliaria. Tuve una, sí, como mucha gente de esta isla ha tenido negocios en su vida. Fue un proyecto pequeño, corto, que cerré hace años para dedicarme exclusivamente a la alcaldía. Y todo el mundo en La Oliva lo sabe.
Pero más allá de lo personal, hay algo mucho más importante: mis decisiones como alcalde no están en TikTok. Están por escrito. En expedientes, en plenos y (sobre todo) en hechos. Y los hechos son tangibles.
Primero: rechazamos desde el primer momento una propuesta para construir 500 viviendas entre El Cotillo y El Roque. ¿Eso es ser desarrollista? No. Eso es defender el territorio cuando hay que defenderlo, aunque algunos prefieran mirar para otro lado.
Segundo: he sido claro, repetido y público en mi oposición a cualquier construcción que rompa la esencia del pueblo. Lo he dicho en medios, lo he afirmado en reuniones y lo sostengo hoy con la misma convicción.
Y tercero: el crecimiento, si ocurre, solo puede ser sostenible, ordenado y dentro de un Plan General serio. Llevamos dos años trabajando en ese Plan para que no sea una puerta abierta al descontrol, sino una herramienta de protección de lo que somos.
Por eso digo, con un punto de ironía pero también con firmeza: menos cuentos. Menos propaganda. Menos teatro para redes.
Me sorprende (de verdad) que algunos descubran ahora que El Cotillo existe. Porque cuando tocaba pelear contra cosas grandes, estuvimos. Contra el Dreamland. Contra el macromuelle de Corralejo. Contra el petróleo. Ahí hemos estado siempre, dando la cara. Y algunos que hoy se presentan como los únicos defensores de la isla… entonces estaban desaparecidos o eran cómplices.
Yo soy hijo de este municipio. No lo digo como frase bonita, lo digo porque he visto como ha crecido el lugar que me vio nacer. Y tengo claro que El Cotillo no puede perder su identidad marinera ni convertirse en un decorado de lujo para otros. Lo digo sin miedo: este municipio no necesita crecer sin control. Necesita cuidarse, equilibrarse y pensar primero en su gente.
A quien quiera debatir en serio sobre el modelo turístico, aquí me tiene. Con datos, con propuestas y con respeto. Porque ese debate lo debemos dar, y lo debemos dar bien. Pero a quien venga a soltar bulos para sacar cuatro likes, le digo lo mismo que dice cualquier vecino con sentido común: la mentira corre rápido… sí. Pero siempre se cae sola.
Seguimos trabajando. Y seguimos defendiendo lo nuestro con hechos, no con ruido.






